Capitulo 2

Mi cirugía 


A mitades de grado décimo, a mi corta edad de 13 años, tuve una experiencia que ha ningún niño le gustaría tener, una cirugía. Tenía un problema en mis pies y rodillas, llamado pie cavo varo, consiste en que los músculos antagonistas deforman el pie, provocando que aumente el arco plantar y que el apoyo se realice sobre el borde externo del pie. Lo cual provoca que el pie se vuelva muy inestable, produciendo dolor y frecuentes caídas.
Este problema fue descubierto gracias a que un día fui al nutricionista, al pesarme noto algo raro en mis pies y le comentó a mi mamá, lo cual la dejo muy preocupada, en ese momento yo no estaba enterada de la gravedad del asunto; él decidió recomendarle un buen médico traumatólogo, de inmediato pedimos una cita para hablar con él sobre el problema. Cuando llego el día, me hicieron muchas pruebas, recuerdo que me hacían caminar de un lado a otro, para mirar ciertos movimientos, en mi cadera, rodillas y pies, claramente había un problema. Caminaba sobre los bordes externos del pie, fue muy preocupante debido a que no se sabía si el problema era congénito o neurológico, si el problema era neurológico era demasiado grave porque comprometía mi sistema nervioso, pero si era congénito había muchas posibilidades de una cirugía con éxito, para tomar la decisión adecuada me mandaron una resonancia magnética, el resultado era necesario llevarlo a una junta, donde experimentados doctores de diferentes ramas como oncólogo, neurocirujano, traumatólogo, radiólogo, interpretaban las imágenes para determinar el procedimiento a seguir.
Este proceso de identificar la enfermedad, encontrar la solución e iniciar el tratamiento duró aproximadamente un año, en la junta de médicos se diagnosticó que el problema que me afectaba era congénito, la solución fue realizar un procedimiento quirúrgico, el cual constaba de 6 cirugías en cada pie. Después del diagnóstico dado, fueron muchos los exámenes especializados y de complejidad que debieron realizarme por largas horas, unos más dolorosos que otros. En medio de mi poca experiencia debido a mi corta edad, pensaba que no era necesario realizar algún procedimiento, esto me llevo a manifestar comportamientos de rebeldía, histeria y tristeza, buscando responsables donde no los había. A pesar de todo eso, conté con el apoyo de toda mi familia, especialmente de mi mamá y mi tía que me hicieron entender la importancia de realizar la cirugía, el problema era muy grave, implicaba el movimiento de mi cuerpo y podría llegar a una deformación total en mis pies, cadera y columna vertebral.
Finalmente llego el día que tanto temía, recuerdo toda la preparación antes de la cirugía, como despintarme las uñas, no comer absolutamente nada por 12 horas, bañarme con un desinfectante especial, y demás. Ingresé a la sala de cirugías con mi mamá, ambas muy preocupadas por la incertidumbre de cuál sería el resultado final, minutos después, una enfermera se acercó y le pidió a mi madre que abandonara la sala para dar inicio al procedimiento, me despedí de ella con lágrimas en los ojos. Al entrar pude ver a muchos médicos, lo cual me puso más nerviosa aún, tuve la fortuna de que el anestesiólogo fue muy atento su calidez y buen sentido del humor permitieron que me tranquiliza. Me inyectaron varias veces, señalaron partes de mi cuerpo en las cuales se realizaría la cirugía, al cabo de 10 minutos el anestesiólogo me puso una máscara especial la cual me dormiría durante todo el proceso, ese fue mi último recuerdo de tan largo momento.

Al despertar, no sabía dónde estaba, ya no era la misma sala en la que me encontraba horas atrás. Con la poca fuerza que tenía decidí mirar mis piernas, las lágrimas caían al ver un par de yesos en ellas. Una enfermera llegó de inmediato, muy contenta me dijo que la operación había sido todo un éxito, no hubo inconveniente alguno durante el procedimiento. Sonreí y le pregunté por mis padres, me dijo que cuando saliera de la sala donde me encontraba los iba a poder ver, miré a un grande reloj negro que estaba colgado en la pared, eran las 5:00 PM habían pasado 10 horas. Sin darme cuenta me volví a quedar dormida, la anestesia era muy fuerte. 1 hora después el médico me despertó, me comentó ciertas cosas sobre la cirugía, me hacía ciertos chistes, y decía que había sido muy valiente. Nos dirigíamos a la habitación por la que me hospedaría por dos días. Ciertamente me gustan mucho las habitaciones de un hospital. 
Mis padres y demás familiares me estaban esperando dentro de ella, todos felices de ver que había sido un éxito, había bombas, frutas, gelatinas y muchas cosas más. Las primeras noches fueron muy dolorosas, en la madrugada siempre me quejaba del dolor en mis piernas, mi mamá inmediatamente llamaba a una enfermera e iban a inyectarme. En las tardes recibía visitas de mis familiares y amigos. Pasados los dos días el medico dio la orden de salida. Al llegar a casa, todos estaban muy pendientes de mí, no podía hacer nada sola, no podía moverme, mis necesidades las hacía en un pato, para bañarme me forraban los yesos y me movían hasta la ducha, estando ahí mi mamá me bañaba.
Este proceso fue en vacaciones de colegio así que no perdí clases. El día de mis cumpleaños fueron mis amigos, me llevaron muchos regalos y estuvieron conmigo todo el día. Me dolía mucho estar así, verme en la cama, sin poder pararme ni hacer cosas por mí misma. Así pasaron dos largos meses, con la misma rutina. Gracias a Dios tuve la compañía de mi familia y grandes amigos, nunca estuve sola. Recuerdo un día en la tarde recibir una hermosa visita de todos mis compañeros del colegio, me llevaron una canasta de frutas y una carta firmada por todos ellos con sus buenos deseos, estuvieron por largas horas.
Al finalizar los dos meses estaba muy emocionada ya que mi vida iba a volver a la normalidad, me iban a quitar los clavos y los yesos. Hubo una cita antes de todo el proceso, y el médico me cometo que sí, iba a quitar todo pero me iba a poder unas vendas que tendrían la misma función que un yeso, pero eran mucho más delgadas, no me iban a fastidiar, iba a poder caminar, y solo durarían 20 días, yo no supe que decir, solo quería llorar, pensaba que ya ese iba a ser el fin de todo, pero no.
Llegó el día de la cirugía, fue el mismo proceso, pero con una duración más corta. Al despertarme vi las vendas, eran duras, me impedían la movilidad en el pie. Las lágrimas corrían, quería que todo acabara ya. No fue muy duro, ya que si podía hacer muchas cosas que los yesos me impedían, podía caminar, claramente solo por ciertos espacios de la casa, podía ir al baño sola y demás, pero no quería salir así, ni estar en silla de ruedas, así que por todo ese tiempo estuve dentro de la casa.
En este tiempo, ya habían finalizado las vacaciones, pero yo seguía sin poder asistir a clases, mis padres tuvieron que ir a hablar con los rectores para que me enviaran todos los trabajos al correo durante ese mes. Mis amigos iban a mi casa en las tardes varias veces por semana y me llevaban trabajos que tenía que realizar y en ocasiones los hacíamos juntos, esto fue de gran ayuda ya que no me atrasé tanto.                          
Pasaron los 20 días, más rápido de lo que esperé y no fue doloroso. Volví al médico, me quitó las vendas, me dijo que todo estaba excelente, no había tenido ningún problema. Por los yesos, mis piernas estaban flacas y no tenía fuerza en los músculos, claramente después de 3 meses con ellos, no podía caminar, fue otro largo proceso, tuve que hacer 30 terapias, para poder hacerlo. Me sirvieron mucho, ya todo volvió a la normalidad. 

Fue un proceso de casi 3 meses, sin poder salir, ni hacer cosas por mí misma, sentía que nada de eso era necesario, pero al finalizar todo, ver fotos del antes y el después de la cirugía me ayudaron a recapacitar, darme cuenta que ese problema hubiera podido acabar muchas partes de mi cuerpo, con el paso del tiempo iba a impedirme hasta el movimiento.

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